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Hunter Lewis, sobre la moralidad

[The Secular Saints: And Why Morals Are Not Just Subjective · Hunter Lewis · Axios Press, 2018 · vi + 435 páginas]

Hunter Lewis se ha encomendado una tarea difícil: trata de explicar por qué la moral no es subjetiva. Para entender su proyecto, debemos entender lo que entiende Lewis por “subjetivo” y su término opuesto, “objetivo”. Consideremos dos enunciados: “Stalin firmó un pacto de no agresión con Alemania en 1939” y “Stalin era malo”. El si Stalin firmó el pacto es una cuestión factual, no dependiente de las actitudes de la gente hacia dicho pacto. O lo hizo o no lo hizo. ¿Pero qué pasa con el segundo enunciado? ¿Es verdadero o falso, en el mismo sentido que el primero? ¿Hay “hechos morales”?

Para algunas personas, es evidente que no hay hechos morales. Las cuestiones de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, son “juicios de valor”. Ludwig von Mises expresaba esta postura con su fuerza y lucidez características; “Todos los juicios de valor son personales y subjetivos. No hay otros juicios de valor que los de afirmar / preferir / gustar más / desear (…) El valor no es intrínseco, no está en las cosas” (p. 363, citando a Mises).

Lewis está de acuerdo con Mises, pero, como Mises, piensa que hay más por decir. Los juicios de valor expresan nuestros deseos, pero para conseguir lo que queremos, debemos tratar el mundo tal y como existe objetivamente. “Cada uno de nosotros tiene que elegir, no solo sobre objetivos, sino también sobre si queremos tratar de armonizarnos con la realidad y aumentar nuestras posibilidades de alcanzar nuestros objetivos siguiendo las reglas o no queremos hacerlo” (p. 400).

Las ideas básicas de esta postura son claras. Si queremos una vida feliz y satisfactoria, debemos cooperar con otros. Un mercado libre con división del trabajo hace posible una enorme expansión del poder productivo. Pero, para conseguir estos beneficios, la gente debe obedecer ciertas reglas: debemos enfrentarnos a la realidad de los mundos físicos y sociales en los que vivimos, y esta realidad nos impone muchas reglas objetivas. Si queremos sobrevivir, debemos comer, y si queremos comer, debemos recoger alimentos y así sucesivamente. Usando nuestra lógica y aprendiendo de la experiencia podemos desarrollar un sistema de reglas objetivas que nos permitirán considerar el largo plazo igual que el corto y trabajar juntos para atender nuestras necesidades e incluso realizar muchos de nuestros deseos. Si no fuéramos capaces de refrenar nuestros deseos subjetivos para hacerlos conformes a la realidad física y encontrar un terreno común con otros, acabaríamos pereciendo. Así que, en la práctica, Mises nos está pidiendo que superemos los enfrentamientos de intereses propios en el contexto social o político inmediato y nos centremos en su lugar en el largo plazo y en la elección de políticas y acciones que sean verdaderamente sostenibles” (pp. 380-81).

Así que, en su opinión, los principios de la ética son lo que Kant llamaba imperativos hipotéticos: “Si quieres sobrevivir y llevar una vida feliz a largo plazo, deberías hacer esto y esto”. Aunque los juicios de valor son subjetivos, en el sentido explicado antes, una vez se acepta el juicio de valor expresado en la cláusula “si” del imperativo categórico, el resto de la ética se convierte en objetiva. (Lewis deja claro que Kant rechazaba esta explicación).

Lewis considera a David Hume como el precursor de esta aproximación. Lejos de ser un escéptico moral, Hume reconocía que la gente necesita cultivar ciertas virtudes si desea vivir bien: “aprendemos de la experiencia lo que es al tiempo útil y placentero y ningún sistema moral tiene sentido si no es útil y placentero. Además, la experiencia nos enseña que lo que es útil y placentero a largo plazo tiene a menudo mejores consecuencias que lo que parece útil y placentero en el momento. (…) Algo importante es que también queremos aprender de los ‘hechos’ de la experiencia y queremos mejorar nuestras vidas. (…) Este deseo de mejorar nuestras vidas no viene de la lógica ni de la experiencia (…) es claramente también una decisión” (pp. 190, 197).

Si la moralidad nos cuenta cómo avanzar nuestros intereses a largo plazo y el mercado libre es esencial para hacerlo, se deduce una consecuencia importante. La moralidad requiere que instituyamos y apoyemos el mercado libre. La intervención en el mercado no solo es desaconsejable, sino errónea moralmente.

Henry Hazlitt está muy alto en la estimación de Lewis como proponente de esta visión de la ética. “Discípulo de Mises, el escritor económico Henry Hazlitt (…) tomó tanto ideas de David Hume como del propio Mises y las desarrolló en una filosofía moral completa bajo el nombre de cooperatismo (o mutualismo) en su libro, The Foundations of Morality” (p. 381). El nombre que eligió Hazlitt para su sistema destaca la importancia de la cooperación social en el mercado libre para avanzar en nuestros intereses a largo plazo.

He explicado solo un hilo de este libro tan rico. Hay mucho más, por ejemplo, una explicación de la opinión de que los mandamientos de Dios son la base de la ética. Los escritores que trata Lewis rechazan esta opinión. Son “seculares”, aunque no hostiles a la religión; por ejemplo, Hume es un escéptico mucho más religioso que Kant. El libro ofrece asimismo retratos de personas notables cuyas vidas muestran sus diversos intentos de dar sentido al mundo. El tratamiento largo y erudito de Montaigne es especialmente perspicaz.

No se puede leer el libro de Lewis sin quedar impresionado por la agudeza filosófica, la erudición y la humanidad del autor.

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