Review of Austrian Economics

Socialismo: ¿un problema de propiedad o conocimiento?

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En una serie de recientes artículos en el Review of Austrian Economics, Joseph Salerno empezó a des-homogeneizar las frecuentemente mezcladas teorías económicas y sociales de Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek. En particular, él ha mostrado que los puntos de vista de ellos respecto al socialismo son diferentes, y ha sostenido que el argumento original de Mises en el tal llamado debate sobre el cálculo socialista estuvo correcto todo el tiempo y fue finalmente la última palabra, mientras que la contribución distintiva de Hayek al debate fue falaciosa desde el comienzo, y sólo agregó confusión. La nota siguiente proveerá apoyo adicional a la tesis de Salerno.

El argumento bien conocido de Mises es como sigue: si no hay propiedad privada sobre la tierra y los otros factores de producción, entonces no puede haber precios de mercado para ellos. Por tanto, el cálculo económico, es decir, la comparación a la luz de los precios corrientes, del ingreso anticipado, y el costo esperado expresado en términos de un medio de intercambio común—dinero—(permitiendo así operaciones cardinales de contabilidad), es literalmente imposible. Así, el error fatal del socialismo es la ausencia de propiedad privada sobre la tierra y los factores de producción, y por implicación, la ausencia de cálculo económico.

Para Hayek, el problema del socialismo no es la falta de propiedad sino una falta de conocimiento. Su distintiva tesis es completamente diferente a la de Mises.1 Para Hayek, la falla última del socialismo es el hecho que el conocimiento, en particular «el conocimiento de las circunstancias particulares de tiempo y lugar», existe sólo en una forma muy dispersa como posesión personal de varios individuos; por esta razón, es prácticamente imposible reunir y procesar todo el conocimiento existente en la mente un solo planificador central socialista. La solución de Hayek no es propiedad privada, sino la descentralización del uso de conocimiento.

Pero ciertamente tal tesis es absurda. Primero, si el uso centralizado de conocimiento es el problema, entonces es difícil explicar por qué existen familias, clubs, y empresas, o por qué ellas no presentan los mismos problemas del socialismo. Las familias y las empresas también tienen planificación central. El jefe de familia y el dueño de la empresa también hacen planes que restringen el uso que otra gente puede hacer de su propio conocimiento privado, sin embargo las familias y las empresas no son conocidas por compartir los problemas del socialismo. Para Mises esta observación no presenta ninguna dificultad: en socialismo la propiedad privada está ausente, mientras que en las familias individuales y las empresas privadas están basadas en la institución misma de la propiedad privada. Pero para Hayek la forma armoniosa en que operan las familias y las empresas es un misterio, porque su idea de una sociedad completamente descentralizada es una en la que cada persona toma sus propias decisiones basándose en su conocimiento único de las circunstancias, sin restricciones de un plan central o una norma (social) supra-individual (como la institución de la propiedad privada).

Segundo, si el desideratum es simplemente el uso descentralizado de conocimiento en la sociedad, entonces es difícil entender por qué los problemas del socialismo son fundamentalmente diferentes de los que enfrentan las otras formas de organización social. Toda organización humana, compuesta, como es, por distintos individuos, constante e inevitablemente hace uso de conocimiento descentralizado. En socialismo, el conocimiento descentralizado es utilizado no menos que en las empresas privadas o en las familias. Como en una empresa, en el socialismo existe un plan central; y dentro de las restricciones de ese plan, los obreros socialistas y los empleados de la empresa utilizan su propio conocimiento descentralizado de circunstan­cias de tiempo y lugar para implementar y ejecutar el plan. Para Mises, todo eso está completa­mente fuera del punto. Pero dentro de la estructura analítica de Hayek no hay diferencia entre socialismo y una corporación privada. Así, no puede haber más problemas con la primera que con la segunda.

Claramente, la tesis de Hayek sobre el problema central del socialismo no tiene sentido. Lo que categóricamente distingue al socialismo de las empresas y las familias no es la existencia de conocimiento centralizado o la falta de uso de conocimiento descentralizado, sino la ausencia de propiedad privada, y, por tanto, de precios. De hecho, en ocasionales referencias a Mises y su argumento original sobre el cálculo, Hayek a veces parece darse cuenta de eso también. Pero su intento de integrar su tesis con la de Mises y por tanto proveer una síntesis teórica superior falla.

La síntesis hayekiana consiste de la siguiente conjunción proposicional: «fundamentalmente, en un sistema en el que el conocimiento de hechos relevantes está disperso entre mucha gente, los precios pueden actuar para coordinar las acciones separadas de gente diferente» y «el sistema de precios» puede servir como «un mecanismo para comunicar información».2 Mientras la segunda parte de esta proposición impacta a uno como vagamente misesiana, no es claro en absoluto cómo está lógicamente relacionada a la primera, excepto a través de la asociación elusiva de Hayek sobre «precios» con «información» y «conocimiento». Sin embargo, esta asociación es más un truco semántico que una argumentación rigurosa. Por un lado, es inofensivo hablar de precios transportando información. Ellos informan sobre  ratios de intercambio del pasado. Pero es un non-sequitur concluir que el problema central del socialismo es la falta de conocimiento. Esto sólo sería así si los precios de hecho fueran información. Sin embargo ese no es el caso. Los precios proporcionan información, pero son ratios de intercambio de bienes diferentes, que resultan de las interacciones voluntarias de distintos individuos basados en la institución de la propiedad privada. Sin la institución de la propiedad privada, la información transportada por los precios simplemente no existe. La propiedad privada es la condición necesaria—die Bedingung der Möglichkeit—del conocimiento comunicado a través de los precios. Pero luego es correcto sólo concluir, como hace Mises, que es la ausencia de la institución de la propiedad privada lo que constituye el problema del socialismo. Sostener que el problema del socialismo es falta de conocimiento, como hace Hayek, es confundir causa y efecto, o premisa y consecuencia.

Por otro lado, la identificación que hace Hayek de «precios» y «conocimiento» envuelve una equivocación engañosa. Hayek no sólo falla en distinguir entre lo que podría ser llamado conocimiento institucional—información que requiere para su existencia una institución (tal como el conocimiento de precios requiere propiedad privada)—y conocimiento extra-institucional—como: esto es un árbol de cedro, me gustan la nueces, o las aves pueden volar. Además, Hayek también falla en darse cuenta que el conocimiento de precios no es para nada el mismo tipo de conocimiento cuya existencia él cree ser responsable por la «imposibilidad práctica» del socialismo y la planificación central. Lo que hace imposible la planificación central, según Hayek, es el hecho que parte del conocimiento humano existe sólo como esencialmente información privada:

prácticamente cada individuo tiene una ventaja sobre todos los otros porque posee información única de la cual puede hacerse uso beneficioso, pero de la cual puede hacerse uso sólo si las decisiones que dependen de ella son dejadas a él o son hechas con su cooperación activa.3

Si bien es cierto que tal conocimiento existe, y si bien también es cierto que conocimiento únicamente privado por supuesto nunca puede ser centralizado (sin pérdida de información), ciertamente no es verdad que el conocimiento de precios esté en esa categoría de información únicamente privada. Aclaremos, los precios son «precios pagados en tiempos y lugares específicos», pero eso no los hace información privada en el sentido hayekiano. Al contrario, la información transportada por los precios es información pública, porque los precios—qua ratios objetivos de intercambio—son eventos reales. Puede ser difícil conocer todos los precios pagados en fechas y lugares específicos, como puede ser difícil conocer la ubicación de cada persona en un tiempo específico. Pero difícilmente es imposible conocer alguno de ellos, y con la tecnología actual de las computadoras es probablemente fácil. En cualquier caso, si bien yo no puedo nunca conocer todo lo que tú conoces, y viceversa, no es más problemático asumir que ambos de nosotros podemos simultáneamente poseer la misma información de precios de lo que nosotros podemos simultáneamente conocer los mismo resultados del baseball. Por esta razón, la información transportada por los precios de hecho sí puede ser centralizada. Pero si la información de precios es información pública y puede ser centralizada, entonces, de acuerdo a la tesis de Hayek de que el problema del socialismo surge de la ineficiencia en tratar de centralizar conocimiento privado genuinamente incentralizable, se desprende que la ausencia de precios, y por tanto de propiedad privada, no tiene nada que ver con el problema de socialismo. De otra forma, si uno insiste, con Mises, en que la ausencia de propiedad privada y precios sí tiene algo que ver con los problemas del socialismo, la contribución de Hayek al debate del socialismo tiene que ser abandonada como falsa, confusa e irrelevante.

El error de Hayek sobre la naturaleza del socialismo es un síntoma de una falla fundamental en su pensamiento, que se expande no sólo en su teoría económica sino en particular también en su filosofía política: su ultra-subjetivismo. Hayek, como han notado y citado ad nauseam sus numerosos seguidores, estaba convencido que «probablemente no es exageración decir que cada avance importante en teoría económica durante los cien últimos años era un paso adelante en la aplicación consistente del subjetivismo».4 Si bien eso puede ser cierto, de eso no sigue lógicamente que cada paso adelante hacia el subjetivismo tiene que llevar hacia un avance en teoría económica. Sin embargo, Hayek parece haber trazado esa conclusión, convirtiéndose luego en un gran ejemplo ilustrando esa falsedad.

Mises, y siguiendo sus pasos incluso de forma más clara Murray N. Rothbard, concibió la economía como la ciencia de la acción humana. La acción tiene dos inseparables aspectos: un aspecto subjetivo (la acción es racional, acción inteligible) y un aspecto objetivo (la acción es siempre acción con cosas reales y físicas). De acuerdo a esto, la economía y la filosofía política de Mises y Rothbard es siempre robusta, y sus categorías y teorías invariablemente poseen significado real operacional: propiedad privada, división de trabajo basada en propiedad privada, producción, intercambio directo e indirecto, y también la interferencia obligatoria contra la propiedad privada, la producción y el intercambio tal como los impuestos, falsificación, legislación y regulación.

En contraste distinto, Hayek—y guiados mal por él en diferentes grados también Israel Kirzner y Ludwig Lachmann—ve a la economía como cierto tipo de ciencia del conocimiento humano. De acuerdo a eso, las categorías de Hayek y sus teorías se refieren a fenómenos puramente subjetivos y son invariablemente evasivos e incluso ilusorios. Él no se preocupa de la acción con cosas, sino del conocimiento y la ignorancia, la división, dispersión y difusión de conocimiento, del estado de alerta, descubrimiento, aprendizaje, y la coordinación y divergencia de planes y expectativas. Los eventos del mundo externo—físico—y real—material—han desaparecido casi completamente de su vista. Las categorías de Hayek hacen referencia a estados mentales de situaciones y relaciones, completamente alejados de, y compatibles con, cualquier estado físico real de situaciones y eventos.

Lo más notable e inquietante es que el ultra-subjetivismo se convierte en la filosofía política de Hayek. De acuerdo a una larga tradición de filosofía política compartida por Mises y Rothbard, la libertad se define como libertad para poseer—y controlar—propiedad real, y coerción es la iniciación de daño físico sobre la propiedad privada de otros. En contraste distinto, Hayek define libertad como «un estado en el que cada uno puede usar su propio conocimiento y para sus propios propósitos»,5 y coerción significa «tal control del medio ambiente o las circunstancias de una persona por otra que para evitar un daño más grande, él es forzado a actuar no de acuerdo a su propio plan sino para servir los fines de otro»,6 o alternativamente, «coerción ocurre cuando las acciones de un hombre se hacen para servir la voluntad de otro hombre, no para sus propios propósitos sino para los propósitos del otro»7 (todos los énfasis son míos). Claramente, la definición de Hayek no contiene nada sobre bienes escasos y propiedad real tangible, y no provee criterio físico o indicador para la existencia o no existencia de alguno de los dos. En lugar de eso, coerción y libertad hacen referencia a configuraciones específicas de voluntades, planes, pensamientos o expectativas subjetivos. Como predicados mentales, las definiciones de Hayek de libertad y coerción son compatibles con toda situación real y física. No poseen ningún poder para hacer alguna distinción real.8

Está fuera de las intenciones de esta nota ofrecer una crítica detallada y refutación al ultra-subjetivismo de Hayek. Sin embargo, aparte de la cuestión fundamental sobre si una ciencia del conocimiento como la imaginada por Hayek es incluso posible, es decir, si puede haber otra ciencia del conocimiento aparte de la lógica y la epistemología por un lado, y la historia de la ideas por el otro lado,9 dos conclusiones son dolorosamente claras. Incluso si la ciencia del conocimiento de Hayek es posible, parece ser en el mejor de los irrelevante porque praxiológicamente—operacionalmente—no tiene significado. Y en el peor de los casos, intelectualmente perniciosa al promover el relativismo.

Respecto al mundo real de la acción sobre propiedad física, de producción e intercambio, dinero y mercados, ganancias y pérdidas, acumulación de capital y bancarrota, no puede haber duda de la existencia de leyes y la operación sin cesar de una tendencia hacia un equilibrio general—acción-coordinación. De igual forma, no puede haber duda sobre la existencia de leyes y la operación constante de tendencias des-equilibradoras dentro del mundo de los impuestos, falsificación, legislación, y regulación reales. De hecho, sería extremada­mente costoso—prohibitivo—no reconocer tales leyes y adoptar puntos de vista relativistas. En contraste, al mover la atención subrepticiamente del mundo tangible de acción y propiedad hacia el mundo etéreo de conocimiento, ideas, planes y expectativas, los puntos de vista relativistas se vuelven atractivos (y baratos). No hay aparentes regularidades y tendencias en el mundo del conocimiento de Hayek. De hecho, es difícil incluso imaginar el significado de «ley» y «equilibrio» en el contexto de fenómenos puramente subjetivos. En lugar de eso existe aparentemente nada más que cambio caleidoscópico constante.

Difícilmente sorprende entonces que Hayek y sus seguidores proclamen slogans relativistas tales como que no podemos hacer nada para mejorar nuestra condición excepto apoyarnos en evolución espontánea, que nuestro futuro es completamente no-conocible, o que no podemos hacer nada sino participar en una conversación abierta y sin fin. En lo que al campo de los fenómenos puramente subjetivos concierne, y como dirigido a un ser puramente espiritual—sin cuerpo, eso puede ser bien un buen consejo. Los que de hecho poseen existencia física—corpórea, sin embargo ¿por qué estarían siquiera interesados en eso? Aplicado al mundo de la acción corpórea y la propiedad, tal consejo es una tontería auto-destructiv

  • 1Ver en particular el ampliamente aclamado artículo de 1945 sobre «El Uso del Conocimiento en la Sociedad», reimpreso en F.A. Hayek, Individualismo y Orden Económico (Chicago: University of Chicago Press, 1948).
  • 2Ibid., pp. 85-86.
  • 3Ibid., p. 80.
  • 4La Contrarrevolución de la Ciencia (New York: Free Press, 1955.) p. 31.
  • 5Ley, Legislación y Libertad, Vol. 1 (Chicago: University of Chicago Press, 1973), pp. 55-56.
  • 6La Constitución de la Libertad (Chicago: University of Chicago Press, 1960), pp. 20-21.
  • 7Ibid., p. 133.
  • 8Ver también Hans-Hermann Hoppe, «Hayek sobre el Gobierno y la Evolución Social», Review of Austrian Economics 7, no. 1 (1994): esp. 70f.
  • 9Para unas dudas muy serias sobre esto, ver Hans-Hermann Hoppe, Kritik der Kausalwissenschaftlichen Sozialforschung (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1983).

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Hoppe, Hans-Hermann, “Socialism: A Property or Knowledge Problem?” Review of Austrian Economics 9, no. 1 (1996): 147–54.

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