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Para los libertarios, la monarquía británica es la menor de nuestras preocupaciones

En Gran Bretaña como en Estados Unidos, la izquierda metropolitana moderna en este momento parece definirse por poco más que su desconcertante inclinación hacia el autosabotaje. Desde su búsqueda fetichista de grupos cada vez más oscuros para “reparar” injusticias cada vez menores a su apoyo a políticas económicas que dañarían sobre todo la misma gente a la que afirman defender, casi cabría pensar que los progresistas están haciendo campaña conscientemente para limitar el atractivo general de su propio movimiento.

Esto no es más cierto que en el caso del abierto desdén de la izquierda británica por la Familia Real. Dado que la monarquía se encuentra actualmente con unos ratings de aprobación más altos de su historia, con escasamente el 9% de los británicos considerándola como un aspecto negativo de la vida pública, se podría pensar que estos habitantes de la burbuja de Londres bebedores de capuchino elegirían sus batallas y optarían por permanecer en silencio sobre este asunto concreto. Sin embargo continúan sus ataques desdeñosos y a menudo por mal informados contra la más británica de las instituciones, algo que no puede verse más claramente que con el enfado que rodea el reciente anuncio de que el presupuesto real va a aumentar en seis millones de libras en 2018-19.

Qué suerte que la siempre imparcial BBC estuviera al quite para ofrecer su opinión sobre este asunto. Empezando su artículo con una imagen particularmente poco halagadora de la Reina, trucada para que parezca mirar hambrientamente un fajo de billetes de 20 libras, el conglomerado de medios de comunicación financiado por el estado británico nos informa sombríamente de que el aumento del 8% en la “renta financiada públicamente” de la Reina continuar adelante, a pesar de haber aumentado ya en dos millones de libras al año pasado. El artículo continúa lamentando que los gastos de viaje de la familia real “costaron al contribuyente” 4,5 millones de libras durante los años 2016 y 2017. El corresponsal real de la BBC, Peter Hunt, destaca luego unos pocos gastos aparentemente frívolos de la Familia Real a lo largo de los últimos años, argumentando que el uso “generoso” de fondos reales para esas cosas podría resultar “tóxico”. Hunt invoca luego la tragedia del reciente incendio de la Grenfell Tower, durante el cual 80 de los residentes de Londres con ingresos más bajos murieron abrasados en sus hogares, para recordarnos (imparcialmente, estoy seguro de ello) la gran división que sigue existiendo entre ricos y pobres en el momento del aumento real de seis millones de libras.

El parlamento, los impuestos y la monarquía

Para cualquiera que se aproxime a este asunto desde una perspectiva de libre mercado, indudablemente sería difícil defender el gasto de dinero de los contribuyentes por parte de la Familia Real. Sin embargo, entre la alternativa de ver que el dinero los contribuyentes sea usado por la Familia Real para sus actividades principalmente de caridad (la propia reina preside más de 500 organizaciones de caridad, con la Familia Real amplia recaudando fondos para casi 3.000 organizaciones de caridad en todo el mundo) o ver el dinero los contribuyentes usado por la BBC para extender a propósito falsa información para atender su programa político, indudablemente incluso los libertarios más fervientemente contrarios a los impuestos preferirían lo primero.

Pero ni siquiera es verdad, hablando estrictamente, decir que la Reina obtiene su renta del saqueo de los contribuyentes, igual que el resto del gobierno. De hecho, la renta de la Reina viene de los beneficios de las tierras que posee, conocidas como la Propiedad de la Corona, que tienen aproximadamente un valor de 12.000 millones de libras, incluyendo muchas propiedades valiosos en el centro de Londres. Desde la invasión de Guillermo el Conquistador de 1066, los monarcas ingleses habían usado los beneficios de las tierras de la Corona para financiar el servicio civil, la defensa nacional y la deuda soberana, así como sus propias deudas personales. Sin embargo, al aumentar el tamaño del estado, el costo de estos gastos se hizo cada vez más oneroso para la Corona, de forma que el control de parte de los ingresos de los terrenos de la Corona acabaron siendo cedidos al Parlamento después de la Revolución Gloriosa de 1688, a cambio de aliviar al monarca de la tarea de financiar la deuda nacional y la Armada Real. Finalmente, en 1760, el siempre creciente coste de sostener el servicio civil del estado se había convertido en muy caro como para que lo gestionara solo el monarca, lo que llevó a Jorge III a entregar la totalidad de los ingresos de las tierras de la Corona al Parlamento, un acuerdo que cada monarca posterior ha renovado hasta hoy. Consecuentemente, aunque la Propiedad de la Corona sigue técnicamente siendo propiedad de Isabel II, sus ingresos no van a ella sino directamente al Tesoro, que posteriormente le concede un estipendio en torno al 15% de los beneficios de la Propiedad para ese año. De hecho, el reciente enfado por el aumento de la renta de la Reina no se debe a un aumento en este porcentaje, sino sencillamente a que los beneficios de la Propiedad de la Corona en su conjunto aumentaron este año en 24 millones de libras. Por tanto, que la BBC diga que el aumento de la Reina esté tomando más dinero de los contribuyentes es tan ridículo como si acusaran a un ciudadano privado de robar 1.000 libras de los contribuyentes porque, después de un año especialmente exitoso en los negocios, su renta después de impuestos creciera en 1.000 libras.

Es verdad que hay que señalar que un creciente número de personas preocupadas por la libertad se ha hecho menos hostil a la idea de la monarquía en años recientes. Esto es en buena parte el resultado de los escritos del economista austriaco Hans-Hermann Hoppe, que ha argumentado que el gobierno por las dinastías monárquicas es menos probable que genere políticas económicas extractivas y destructivas que el gobierno de corto plazo de líderes democráticos, que tienen mayores incentivos para “tomar el dinero y correr”, por decirlo así. Sin embargo, incluso para libertarios más moderados es difícil considerar a la monarquía constitucional británica  como uno de los ejemplos más ofensivos del poder estatal hoy. Dado todo lo anterior, junto con el hecho de que el presupuesto real solo equivale en torno a 65 peniques por británico cada año de todas maneras, muchos ciudadanos conceden quem aunque no existiría en su sistema ideal, la abolición de la Familia Real no tendría que considerarse como una alta prioridad mientras no tenga auténtico poder político.

El poder suave de la monarquía

Sin embargo, no solo es incierto decir que la Reina no tiene poder político real, sino que también podría argumentarse que el mundo sería un lugar mejor si ejercitara si poder más frecuente y plenamente. A pesar de la extendida creencia de que los monarcas británicos son personajes puramente ceremoniales en este momento, el sistema parlamentario obliga a que, después de haber sido aprobadas por la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores, cada propuesta legislativa debe recibir el “consentimiento real” antes de convertirse en ley. La capacidad de la Reina de “retener el consentimiento real” sencillamente rechazando sancionar las propuestas de ley le da de facto un veto sobre prácticamente cualquier legislación que intente aprobar el Parlamento (aunque la irritación pública que produciría una acción tan abiertamente antidemocrática le impida ejercitar habitualmente este poder, dado que podría llevar al fin de la monarquía). Además, una divulgación de documentos en 2013 reveló que ministros y funcionarios están obligados a solicitar en secreto la aprobación o veto real de leyes “en la mayoría de las áreas de gobierno”. Esta convención poco conocida ha permitido a la Reina vetar secretamente numeras propuestas legislativas a lo largo de los años, incluyendo una ley que habría dado al Parlamento poder unilateral para ordenar ataques aéreos durante la Guerra de Iraq.

Por tanto, la gente inclinado hacia el libre mercado y la libertad, que tiende a preferir un mundo con menos leyes a un mundo con más, no debería simplemente tolerar a la Reina como un elemento en buena parte inocuo de la cultura política británica, sino que debería apoyar activamente la expansión de su poder de veto como un control contra los excesos de los gobiernos democráticamente elegidos. Además, deberíamos hacer campaña a favor de ella para invertir los casi 340 años de usurpación estatal, devolviéndole la posesión de la propiedad de la corona que ahora ejerce el Tesoro y arrebatándole así al gobierno los 330 millones de libras en beneficios que generalmente generan esas propiedades. La reina no solo ha sido la víctima del tipo de injusticias estatales que aborrecen correctamente libertarios y conservadores (no teniendo el control de su propia propiedad debido a la histórica expansión del estado y por tanto sufriendo un impuesto en efectivo de la renta del 85%) sino que también ha bloqueado heroicamente la aprobación de ciertas leyes que podríamos estar sufriendo hoy en día en caso contrario. Por tanto estoy seguro de que todos los amantes de la libertad con principios se unirán a mí en un entusiasta “¡Dios salve a la Reina!”

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