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La necedad de Finklestein: cómo no desacreditar a los propios oponentes

El actual conflicto palestino-israelí sigue cautivando a podcasters y oyentes. Así que Lex Friedman aprovechó este interés reuniendo a un panel de expertos para debatir el tema. Sin embargo, su decisión de invitar a la personalidad en línea Destiny como comentarista para defender a Israel suscitó críticas, ya que Destiny es un desertor universitario que saltó a la fama como streamer de videojuegos antes de convertirse en comentarista político.

Desde entonces, se ha labrado una reputación por debatir con miembros de la derecha populista. Destiny aplicó su talento para construir una lucrativa marca como comentarista político y esto es digno de elogio. Aunque Destiny no está en la liga de gente como Thomas Sowell e Ilan Pappe, es un empresario político de éxito cuya prosperidad depende del atractivo del mercado más que de la inteligencia. No hay razón para que personas como Destiny y Candace Owens sean eruditas porque eso es irrelevante para el éxito de sus marcas.

En lugar de envidiar a Destiny y otras figuras de Internet por su fama, los críticos deberían copiar su enfoque. Algunos piensan que la falta de credenciales oficiales de Destiny invalida su perspectiva porque no entienden cómo funciona el mercado. En contraste con los intelectuales competentes pero aburridos, Destiny es recompensado por destacar en el espacio de los medios sociales. Por tanto, si a los intelectuales les molesta el ascenso de las personalidades en línea, deben estar a la altura de las circunstancias y superarlas en el espacio de los medios sociales.

Pero observar que los intelectuales pueden aprender de Destiny el arte de la autopromoción no justifica su presencia en el panel. Los comentaristas en Internet no suelen estar cualificados para profundizar en cuestiones geopolíticas porque carecen de una formación rigurosa, pero Destiny sorprendió a los oyentes porque superó las expectativas. En lugar de reiterar detalles granulares, Destiny identificó puntos clave para socavar la propaganda pro-palestina. Por otra parte, se esperaba que Norman Finkelstein superara a Destiny, pero decepcionó a sus seguidores al recurrir a comentarios inarticulados. Los oyentes suponían que Finkelstein tenía margen para destripar los argumentos de Destiny, pero traicionó su confianza azotando a Destiny con un carro de insultos.

Informar al público de que Destiny se estaba basando en información de Wikipedia, llamarle imbécil o decirle que su nivel de alfabetización es deficiente pintó a Finkelstein como poco preparado e inculto. Si Finkelstein hubiera dedicado más energía a la sustancia de los argumentos de Destiny rebatiendo la afirmación de que los británicos dificultaron la emigración de los judíos a Israel o demolido la narrativa de una élite árabe corrupta que facilitó la venta de propiedades a los judíos, Finkelstein se habría ganado la admiración de los espectadores. Finkelstein debería haber desmontado la tesis de que unas élites árabes engañosas instigaron una sangrienta guerra contra los judíos en los años 30 y 40 para reforzar su credibilidad como experto, aunque en retrospectiva parece que los aduladores sobrevaloraron las capacidades de Finkelstein.

Finkelstein alcanzó la fama en los 1980 tras criticar la conclusión del libro de Joan Peters de 1984, From Time Immemorial: The Origins of the Arab-Jewish Conflict Over Palestine. Los pesos pesados quedaron impresionados por la investigación de Finkelstein, que pudo así posicionarse como un antídoto contra la propaganda proisraelí. Aunque el libro de Peters recibió elogios de los principales medios de comunicación, los estudiosos contemporáneos lo consideran un texto defectuoso. From Time Immemorial está plagado de suposiciones erróneas que han sido desacreditadas a fondo por los críticos; sin embargo, las principales ideas que se desprenden del texto son ciertas: el nacionalismo palestino es una invención reciente que se formó para contrarrestar el sionismo y muchos palestinos son descendientes de inmigrantes recientes en la zona.

Seguramente Finkelstein habría salido vencedor del debate si hubiera desacreditado estas narrativas. Evidentemente, la tentación de menospreciar a Destiny fue demasiado abrumadora para él, pero desgraciadamente consiguió degradar su reputación. La intensidad emocional del conflicto ha llevado a los comentaristas de ambos bandos a vender mentiras. Por ejemplo, un artículo crítico del New York Times en el que se describían las atrocidades de Hamás quedó al descubierto por incrédulo y las estimaciones muestran que las cifras de víctimas mortales facilitadas por Gaza son dudosas.

La verdad debe ser primordial en el debate, y las acusaciones infundadas de islamofobia o antisemitismo no deben intimidar a los participantes para que difundan propaganda. La honestidad intelectual y la voluntad de comprometerse a fondo en lugar de recurrir a ataques personales son esenciales para un discurso fructífero sobre esta controvertida cuestión.

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