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Cómo los mercados son mejores que los reguladores gubernamentales para combatir la corrupción corporativa

Entre 2019 y 2022, la fortuna de Gautam Adani de India pasó de 9.000 millones de dólares a 127.000 millones. A medida que el valor de sus siete compañías cotizadas —proveedoras de todo tipo de productos, desde gas natural hasta servicios digitales— aumentaba, se convirtió brevemente en la segunda persona más rica del mundo. Su meteórico ascenso llamó la atención de Hindenburg Research, una pequeña firma de inversión de los EEUU dedicada a sacar provecho de la corrupción corporativa.

Observando con recelo las ganancias interanuales de varios cientos de puntos porcentuales de muchas de las compañías de Adani, Hindenburg Research inició en secreto una investigación de dos años sobre su extenso imperio empresarial. La semana pasada publicaron sus conclusiones: Adani y sus socios, muchos de ellos familiares cercanos, han participado en una serie de fraudes masivos.

El informe, que ocupa más de cien páginas e incluye varios centenares de fuentes, denuncia numerosos delitos, desde fraude contable a manipulación de la cotización de las acciones, corrupción e intimidación. Hindenburg detalla relatos de primera mano que describen una red de compañías pantalla con sede en Mauricio cuyo propósito es mover dinero de forma encubierta entre las entidades corporativas de Adani, haciendo así que las finanzas de cada firma parezcan mucho mejores de lo que son, y acusan a los reguladores indios de mirar intencionadamente hacia otro lado mientras Adani y sus compinches se enriquecen de esta y otras formas.

Cuando se conoció la noticia, Adani se apresuró a desmentirla y amenazó con emprender acciones legales. Sin embargo, los mercados no se tranquilizaron. Desde que se publicó el informe de Hindenburg, Adani Group ha perdido un 25% de su valor, y las pérdidas combinadas de Adani en la semana ascienden a casi 48.000 millones de dólares.

Es probable que los inversores hagan bien en prestar atención. Después de todo, aunque el Hindenburg sólo tiene unos pocos años, su historial se está convirtiendo rápidamente en leyenda.

Hindenburg desenmascaró el fraude del fabricante de vehículos eléctricos Nikola, lo que acabó llevando a su fundador, Trevor Milton, a la cárcel —después de que los demandantes de GM hubieran acordado adquirir una gran participación en la pequeña firma. Hindenburg también denunció a otro fabricante de vehículos eléctricos, Lordstown, lo que provocó una revisión masiva de la dirección de la compañía y una demanda por parte de los accionistas.

En ambos casos, el equipo de investigación de Hindenburg tomó sus sospechas sobre la tecnología de Nikola y las cifras de reservas de Lordstown e inició intensas investigaciones, entrevistando a antiguos empleados e investigando in situ. Al descubrir numerosas falsedades, Hindenburg tomó grandes posiciones cortas en cada compañía antes de publicar sus informes, lo que le reportó pingües beneficios al desplomarse los precios tanto de Nikola como de Lordstown.

En el caso del imperio de Adani, además de los llamativos aumentos de precios, que se multiplicaron por varios cientos (imagen inferior), Hindenburg detectó varias señales de alarma inmediatas. Entre ellas, que la compañía no podía mantener a nadie en el puesto de director financiero (con cinco en otros tantos años). Además, la única auditora independiente que Adani Group tenía en nómina era una oscura entidad extraterritorial con sólo unos pocos empleados aparentes, para supervisar varios cientos de entidades y sus miles de transacciones individuales.

Figura 1: Ganancias en acciones de las entidades del Grupo Adani

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Tras localizar a antiguos empleados, entrevistarse con varios ex altos ejecutivos y consultar los registros públicos de la empresa, los investigadores de Hindenburg llegaron a la conclusión de que, dejando a un lado toda conducta delictiva, las empresas combinadas de Adani están probablemente sobrevaloradas en un 85%, teniendo en cuenta sus ratios reales de deuda/capital.

Para confirmar si estos negocios están o no tan sobrevaloradas sería necesario realizar una contabilidad real de cada una de las firmas.

Esto puede estar al caer.

Dado que los mercados no se habían calmado con las declaraciones iniciales de Adani, ni con la defensa de cuatrocientas páginas que el equipo de Adani publicó el fin de semana (que no respondía a casi ninguna de las ochenta y ocho preguntas finales de Hindenburg), el Economic Times informó a principios del 31 de enero que las compañías de Adani contratarían a una de las «cuatro grandes» firmas de contabilidad reconocidas internacionalmente para que realizara una auditoría independiente.

Queda por ver si Adani sigue adelante una vez concluida la emisión secundaria de su compañía, algo que, según él, debe ocurrir primero.

En el momento de escribir estas líneas, a pocos días del cierre de la oferta secundaria, sólo se ha cubierto el 3% de la suscripción.

Como en el caso de FTX, las previsibles peticiones de más y nuevas regulaciones llegarán a medida que se desarrolle esta historia. Merece la pena señalar que, aparte de distorsionar los mercados, los reguladores, a pesar de todos los poderes que se les otorgan, a menudo están dormidos, capturados o son ineficaces por otros motivos. E incluso las normas contables más estrictas desde la Ley Sarbanes-Oxley no han eliminado el fraude empresarial.

Los vendedores en corto activistas como Hindenburg representan la vanguardia de un medio alternativo de regulación del mercado. Cualquier distorsión causada por una sola firma podría corregirse rápidamente, incluso en el caso de que una firma investigadora publicara información inexacta, lo que mejoraría enormemente la eficiencia de los mercados. Que una firma con ánimo de lucro haga un mejor trabajo patrullando el mercado e informando a los inversores del fraude que unos burócratas cómodamente protegidos no debería sorprender a nadie.

Y como siempre, la regla del mercado debe ser el viejo caveat emptor, ¡cuidado con el comprador!

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