La respuesta política al trágico ataque terrorista del viernes pasado en París ha sido lamentablemente predecible.
El presidente Obama ha prometido un compromiso renovado con su estrategia actual de ISIS, cualquiera que sea.
Los republicanos en el Congreso han criticado la estrategia del presidente y han pedido una respuesta más fuerte, sea la que sea.
Los gobernadores y las legislaturas estatales han respondido a la preocupación pública sobre los refugiados sirios al adoptar posiciones expresivas que se resisten a que los refugiados ingresen a sus estados por cualquier medio a su disposición, cualquiera que sea.
Si bien existe una gran indignación moral en los medios de comunicación, incluidas las publicaciones libertarias, sobre la respuesta de estos gobernadores, este tipo de postura política es inevitable. Mientras América sea un país democrático cuya gente carece de confianza en su gobierno para realizar tareas simples, y mucho menos separar a los buenos de los malos, el miedo impulsará las políticas públicas. Después de todo, si Washington hubiera demostrado alguna competencia en esta área, quizás ISIS no estaría tan bien armado.
Si bien me parece mucho más útil centrar mi indignación en el continuo militarismo de América en el Medio Oriente que en la previsible complacencia de los políticos, encontré bastante interesante un artículo del Huffington Post sobre la inmigración siria. Detalla los esfuerzos de una coalición de organizaciones humanitarias que han pedido al presidente Obama que permita que organizaciones privadas e individuos patrocinen personalmente a los refugiados.
Como dijo al HuffPo Omar Hossino del Syrian American Council:
Todos los días recibimos llamadas telefónicas de americanos que desean patrocinar en forma privada a un refugiado. Pero como el patrocinio privado no es legal, no es una opción, el gobierno no lo permite, no pueden hacerlo.
El artículo continúa describiendo el éxito que Canadá ha tenido con su propio programa de patrocinio privado.
Los patrocinios privados en Canadá han ayudado a reasentar a más de 200.000 refugiados desde que se creó el programa en 1979, según el Consejo Canadiense para los Refugiados. Los grupos allí pueden inscribirse para patrocinar a los refugiados, generalmente con el compromiso de mantenerlos durante 12 meses o hasta que se vuelvan autosuficientes, si eso sucede primero.
Por supuesto, esta idea de inmigración por invitación es un concepto muy libertario.
En su artículo The Case for Free Trade and Restricted Immigration, el Dr. Hans-Hermann Hoppe se refiere a la inmigración por invitación cuando describe las diferencias inherentes entre los argumentos libertarios a favor del libre comercio y las fronteras abiertas:
Por libre en relación con el comercio, entonces se entiende el comercio por invitación de hogares y empresas privadas únicamente; y el comercio restringido no significa la protección de los hogares y las empresas de bienes o servicios no solicitados, sino la invasión y derogación del derecho de los hogares y las empresas privadas a extender o denegar invitaciones a su propia propiedad. En contraste, inmigración libre no significa inmigración por invitación de hogares y empresas individuales, sino invasión no deseada o integración forzada; y la inmigración restringida en realidad significa, o al menos puede significar, la protección de hogares y empresas privadas de invasiones no deseadas e integración forzada.
La capacidad de las organizaciones privadas y los individuos de patrocinar personalmente a los refugiados crearía un marco para una política de inmigración por invitación. Si bien esta solución seguramente no satisfará a todos, al menos ofrece un importante paso adelante y nos permite comenzar a desenredar a un gobierno federal incompetente de un problema humanitario complejo e importante.
Desafortunadamente, parece haber pocas esperanzas de que la administración Obama dé este paso práctico.
