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Cómo el estatismo destruyó Argentina

El septuagésimo quinto aniversario de Acción humana de Ludwig von Mises nos invita a reflexionar sobre los logros académicos de Mises y sobre cómo la corriente económica dominante aún no ha alcanzado sus avances en economía. Como señala Jesús Huerta de Soto en su estudio preliminar a la versión española de la decimotercera edición de Acción humana: pocos son los tratados del lado de la corriente dominante que intentan siquiera igualar lo que Mises hace en Acción humana.

La obra de Mises no sólo es monumental, sino fundamental; los economistas austriacos posteriores a Acción humana se definirían a sí mismos en función de cómo interpreten la obra magna de Mises. En cuanto a la corriente dominante y Acción humana, se ha dicho y se puede decir mucho, pero la clave es que la gran tragedia de la corriente dominante es que lo que tienen de valioso lo han tomado prestado de Mises y de la Escuela Austriaca de Economía y lo que tienen de desafortunado procede de su propio enfoque empirista hipotético.

Mises sitúa su obra en la gran lucha entre individualismo y colectivismo. Para Mises, el individualismo metodológico no sólo es una característica esencial de la economía, sino también la concepción individualista de la sociedad, la visión del mundo que considera al individuo como el único actor significativo.

El Estado tiende a fomentar el colectivismo porque divide a la sociedad y crea una distinción amigo-enemigo entre partes de la sociedad. Divide y conquista mediante la creación de mitos. Ludwig von Mises luchó toda su vida contra el mito estatista. No se rindió ante el mal —como decía su cita favorita— sino que procedió audazmente contra él. Mises y la Escuela Austriaca son desacreditadores del sistema de mitos que fabrica el Estado.

Interesante es la situación de un país en particular: Argentina, un país que solía ser el más rico en términos de producto interior bruto per cápita hacia finales del siglo XIX, pero que ahora ocupa el sexagésimo tercer lugar. Lo que yo solía pensar que era el «misterio de Argentina» no es tal misterio; no hay nada sorprendente en la espiral descendente en términos de prosperidad que ha sufrido este país. Ha sido el ataque masivo del Estado a través de sus programas públicos colectivos lo que ha expulsado a este país de los primeros puestos de bienestar económico.

En comparación con otros países de la región, las administraciones progresistas de Argentina no han optado por el militarismo para controlar al pueblo, sino por el control burocrático. En lugar de un ejército militar, los argentinos se enfrentan a un ejército de burócratas que sólo viven a costa del sector productivo de la sociedad.

En nombre del «interés nacional», lo que debería ser gestionado por la empresa privada pasa a ser controlado por los burócratas del Estado. Estas industrias incluyen —entre otras muchas— los medios de comunicación públicos, el sistema ferroviario, una compañía aérea y una empresa petrolera. Todas ellas son ineficaces, pero aun así el relato progresista las presenta como heroicas y salvadoras de la nación de las garras de las corporaciones multinacionales. Es el mercantilismo en nuestra era.

Se podría argumentar que es mucho peor que eso, ya que tanto las exportaciones como las importaciones son despreciadas en el discurso progresista. El argumento proteccionista habitual es contra las importaciones, pero rara vez se desalientan las exportaciones. Sin embargo, los progresistas argentinos se las han arreglado para demonizar también las exportaciones como «quitar productos a la población local», por lo que no sólo está mal comprar internacionalmente, sino también vender.

Este enfoque ideológico puede identificarse fácilmente como socialista y proteccionista, pero también como nacionalista, ya que la «industria nacional» es lo que se defiende y lo que hay que proteger de productos más baratos y mejores. El amor hacia la propia nación es lo que está en juego cuando se discute sobre esto, según los progresistas nacionales. Sin embargo, un rápido contraargumento es que no hay nada más patriótico que el bienestar general de los habitantes de una nación y no el interés particular de un determinado sector de la población.

Puede que los últimos acontecimientos estén despertando a la opinión pública hacia el libre mercado, pero a este asunto aún le queda mucho camino por recorrer. El libertario y famoso presidente de Argentina, Javier Milei, está intentando reducir el aparato estatal y sus regulaciones, así como resolver sus problemas monetarios. Con respecto al último tema mencionado, se está haciendo mucho; el Banco Central está conduciendo la política monetaria hacia la eliminación del control sobre los tipos de cambio y las transacciones, que es una característica que sólo se encuentra en los países más estatistas del mundo. Milei, a través del Banco Central y del Ministerio de Economía, apunta a esta regulación estatal como el principal objetivo de su programa a corto plazo. Cuando lo consiga, podrá avanzar en otras desregulaciones estatales y reducciones de impuestos.

Sin embargo, desmantelar el ejército burocrático de empleados públicos es una tarea ardua. No sólo están en juego los intereses de los burócratas, sino que mucha gente que no forma parte de ese sistema de saqueo pero que, sin embargo, es víctima de él, defiende a los burócratas. Esto se remonta al mito que rodea al Estado y a la intervención.

Los funcionarios del gobierno de Milei no son seguidores de la Escuela Austriaca de Economía, sino de la Escuela de Chicago. Trabajan basándose en sus modelos. Esto puede interpretarse positiva y negativamente, ya que la escuela de Chicago se considera el enfoque más orientado al libre mercado dentro de la corriente dominante, pero esto es cuando se trata de microeconomía; en macroeconomía, como bien saben los economistas austriacos, son estatistas. El propio Milei no es un praxeólogo, ya que utiliza métodos neoclásicos en sus análisis económicos. Sigue lo que enseña la Escuela Austriaca, pero no su método.

Acción humana es claro a este respecto, ya que Mises dedica una gran parte a la metodología. Es el método apriorístico-deductivo el que llega a las conclusiones del libre mercado si uno tuviera que hacer recomendaciones políticas basadas en la escuela austriaca de economía. La praxeología es la diferencia crucial que separa a la corriente dominante y a la Escuela Austriaca; tanto su método como su teoría deberían adoptarse para hacer un programa integral de minimización del Estado.

Mises triunfa así sobre sus oponentes, ofreciendo un sistema de interacción social y construyéndolo a partir de axiomas y una metodología sólida. Acción humana se erige como una de las defensas del capitalismo más poderosas y complejas de la literatura económica. El setenta y cinco aniversario de su publicación nos invita a reflexionar sobre los logros de tan magna obra y a ver el mundo a través de las lentes que nos proporciona.

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