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El fenómeno Milei y las próximas elecciones de Argentina

Las próximas elecciones generales en Argentina pasarían medianamente desapercibidas en el resto del mundo, como suele ocurrir, salvo por una inesperada mosca en la sopa que está ocupando los titulares internacionales: el candidato libertario Javier Milei encabeza las encuestas para convertirse en el próximo presidente de Argentina.

El pintoresco personaje Milei ha sacudido las conciencias de un país que, tras décadas de mala gestión, ha experimentado uno de los colapsos económicos más brutales y devastadores de una nación occidental. Los argentinos han sufrido múltiples hiperinflaciones, crisis, una incesante erosión de su riqueza y una perenne inflación estructural. En la actualidad, cerca del 40% de la población se encuentra en situación de pobreza, habiendo alcanzado la tasa de inflación anual el 124,4% en agosto.

El sistema corporativista de Juan Domingo Perón marcó las pautas en los años 40, desarrollando una retórica populista, proteccionista e intervencionista que más o menos ha sido la norma hasta ahora. Salvo algunas excepciones puntuales y a pesar de haber tenido gobiernos de distinto signo, todos compartieron normalmente una desmesurada afición por el gasto público extensivo y la impresión de dinero. El resultado es evidente: el paso de uno de los países más ricos del mundo a principios del siglo 20 al pozo negro económico que hoy conocemos.

Los problemas económicos estructurales del país sudamericano tienen su origen en un círculo vicioso difícil de romper: la nefasta relación simbiótica entre una clase política y una población adicta al gasto del Estado. En este escenario, la resignación parecería inevitable. Pero cuando todo parece inútil, llega un economista austriaco que propone recortar el gasto público y cerrar el Banco Central de Argentina y al que la gente hace caso.

¿De repente todos los argentinos han empezado a leer a Mises y Hayek? La verdad es algo más frívola que eso, ya que Javier Milei es en realidad un personaje de alto perfil, famoso por sus apariciones en televisión y radio, que sólo recientemente se ha embarcado en su empeño político. Con un pasado como futbolista y cantante de una banda de versiones de los Rolling Stones, un comportamiento más bien bullicioso y una imagen excéntrica, el profesor de economía es desde hace tiempo un rostro habitual en los medios de comunicación argentinos como comentarista político.

Conocido como «El Peluca» por su despeinada y épica melena a lo Boris Johnson (que, según él, se la peina «la mano invisible»), Javier combina sus conocimientos de economía y filosofía libertaria con una personalidad desenfadada que ha cautivado al público argentino. Puede que su estilo (adornado en no pocas ocasiones con diatribas cargadas de improperios) no sea del agrado de todas las sensibilidades, pero él ha optado por bajarse del caballo académico y meterse en el barro para desafiar el discurso de periodistas serviles y personalidades demagógicas de los medios de comunicación.

Este enfoque franco y un tanto rústico ha permitido a Milei llegar al grueso de la población argentina y poner sobre la mesa cuestiones inéditas hasta entonces. Ha desmontado pacientemente muchos mitos creídos durante mucho tiempo y ha educado a los espectadores en todo tipo de cuestiones, desde la filosofía moral más básica, como que no está bien usar la violencia para robar a otros aunque tengan más que tú, hasta cuestiones económicas más intrincadas, como que la hiperinflación es un fenómeno exclusivamente monetario (y la inflación, en gran medida, en la mayoría de los casos).

También ha sacado a la palestra temas tabú como la justicia social o el marxismo cultural. Y tal fue su popularidad que decidió hacer carrera política hace unos años, primero con el Partido Libertario y después con la coalición libertaria/conservadora «La Libertad Avanza», con la que llegó a ser diputado en 2021 (y cuyo sueldo oficial sortea mensualmente a través de su página web). Como candidato presidencial, ganó sorprendentemente las elecciones primarias de agosto, lo que se considera un indicador de la intención de voto para las elecciones generales de octubre.

¿Cuáles son sus propuestas para volver a hacer grande a Argentina? A pesar de su retórica grandilocuente, su programa es bastante sensato y realista, a veces incluso vago y tibio. No aboga por una revolución anarcocapitalista, sino que ofrece una serie de medidas y pasos para reorientar la economía en la dirección correcta de forma gradual y suave. No se trata de recortar el gasto público sin piedad en un país con una tasa de pobreza tan elevada, sino de reducirlo progresivamente combinándolo con programas sociales optimizados, descentralización de servicios, reducción de ministerios y trabajadores públicos, flexibilización del mercado laboral, reforma energética, privatización de empresas públicas, reducción de impuestos o un nuevo sistema de seguro de desempleo, por citar algunas.

Sin embargo, la medida que está causando más conmoción en todo el mundo es la llamada dolarización de la economía: es decir, la adopción del dólar de EEUU como moneda oficial (moneda que los argentinos ya prefieren y utilizan ampliamente frente al devaluado peso) con un sistema de competencia monetaria abierta y libre en el mercado privado, que conducirá finalmente al cierre del Banco Central de Argentina.

Esto no debe confundirse con el experimento fallido del Plan de Convertibilidad de los años noventa, por el que el peso simplemente se vinculó al dólar. Aunque la dolarización no es una panacea y no está exenta de desafíos y riesgos, sin duda protegerá la riqueza de los argentinos y frenará el impulso del gobierno de monetizar la deuda, actuando como contrapeso y constituyendo la mejor alternativa para combatir la inflación sistémica del país, como se analiza ampliamente en el libro de Ocampo y Cachanosky «Dolarización: Una Solución para la Argentina».

Milei ha sido brutalmente honesto con los votantes, y su honestidad parece haber sido recompensada en lugar de penalizada, como suele ocurrir en política. No tiene una varita mágica para resolver instantáneamente los problemas estructurales y profundamente arraigados de Argentina, pero puede dar a los argentinos la libertad y las herramientas para esforzarse y prosperar. De la forma más impolítica posible, afirma que puede llevar unos 35 años revertir todos los males del país después de que se tomen estas medidas. Y muchos argentinos, quizá ya cansados de promesas engañosas y vacuas, parecen dispuestos a ponerse a la altura de las circunstancias, encarnando la vieja virtud argentina que el magnífico Borges evocó al advertir de los peligros de las dictaduras en los albores del peronismo.

Como libertario, Milei es perfectamente consciente de la ley de hierro de la oligarquía, de la naturaleza perversa del juego político y de sus limitaciones. Por ello, las posibilidades de ver aplicadas sus medidas y lograr cambios sustanciales son limitadas. Pero al igual que Gramsci creía que el socialismo debía inculcarse en la mente de la gente para que se convirtiera en algo inherente al sentido común (tesis que desgraciadamente ha triunfado en gran medida), la libertad y la prosperidad sólo llegarán cuando la gente las anhele. El verdadero triunfo de Javier Milei no está en las urnas ni potencialmente en el gobierno: es haber ayudado a los argentinos a darse cuenta de que necesitan y quieren libertad.

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